Desde mis ojos
Mis hermanos se fueron,
dejaron la carga de esta casa
en mis manos,
abandonaron el peso
de la madre que ya no podía sostenerse,
dejaron la tormenta,
y yo me quedé sola.
Con ella, con su dolor
que me arrastraba cada día.
Ella, tan perdida en sus propios miedos,
sin ver que yo también lo sufría.
A veces la veía tan vacía,
como si su alma ya no estuviera aquí.
Mi padre se fue,
se ahogó en el alcohol,
y sus noches fueron una constante
de gritos al viento.
Lloraba, rogando
que lo dejara entrar a la casa,
a través de mi ventana,
pero el miedo me paralizaba,
y el eco de sus súplicas
me perseguía,
mientras él se desvanecía
en la oscuridad.
Una parte de mí siempre lo esperó,
pero el miedo me hizo alejarme.
Y ella, mi madre,
golpeaba mi alma con sus manos,
golpeaba mis lágrimas
como si mi dolor fuera una carga
que no podía soportar.
Me dejaba mareada,
como si el mundo girara
y yo fuera una parte rota de él.
Cada vez que lloraba,
me callaba,
me tapaba la boca
como si mi sufrimiento
no tuviera derecho a salir.
La veía tan atrapada,
tan rota,
por su pareja actual,
que la abusaba,
que la dejaba sin fuerzas,
sin comida,
sin esperanza.
Ella trataba de mantenerse,
pero su alma ya estaba vacía,
y me sentía sola,
mientras ella se desmoronaba
a su lado.
Una noche,
mi primo me escuchó llorar,
pero no me abrazó.
Me humilló,
diciendo:
*"Qué vergüenza, con ese pancho."*
Me hizo sentir que mi llanto
era un peso,
que mi dolor era una vergüenza.
Él no entendía lo que yo veía,
lo que yo sentía.
Pero a pesar de todo,
a pesar del abandono,
a pesar de las heridas,
yo seguía amando a mi madre,
porque, aunque rota,
ella seguía siendo mi madre,
y yo seguía esperando
que algún día ella me viera,
me protegiera,
me amara como necesitaba